“[La mujer] es un recipiente donde fluyen y relampaguean perpetuamente toda clase de espíritus y fuerzas”.
Virginia Woolf
En esta exposición, Mara Faúndez abre las puertas a espacios de intimidad, vulnerabilidad y ensueño. A través del recuerdo, se devela un imaginario de objetos cotidianos, interiores domésticos y paisajes del lugar donde creció, que se cruzan a su vez con el anhelo – muchas veces frustrado – de un espacio idílico. La artista emplaza en escenas contenedoras, familiares pero extrañas, figuras indiferentes a la mirada, ensimismadas en un tiempo detenido; sus cuerpos desbordan el espacio, como si nada relevante ocurriera fuera de sus límites. A medida que se van revelando, los elementos participan de atmósferas ambiguas; un paisaje afectivo y etéreo, y una cotidianidad inundada de pequeñas interferencias, todo bajo el velo de colores pastel.
Enfrentar las pinturas desplegadas es inevitablemente enfrentarse al cuerpo. La escala de las figuras, que desde el lienzo tienden a reflejar la nuestra, es la primera invitación a participar en la imagen. Los cuerpos de ojos perdidos habitan el espacio haciéndolo pequeño e íntimo, cerrándolo; como un ensimismamiento espacial que se corresponde con un ensimismamiento afectivo. La artista representa el cuerpo como un ejercicio de autoconocimiento, honestidad y vulnerabilidad desde su propia posición como mujer, enfrentando la idea de la propia imagen y subjetividad. Pero también dialoga con las complejidades y contradicciones del desnudo femenino en la historia del Arte; la imposición de una mirada lujuriosa y la ambigüedad de lo erótico y lo introspectivo.
El procedimiento de la artista en la producción de su obra consiste en pintar desde el recuerdo por sobre la observación inmediata; además de nutrirse constantemente de referentes literarios, musicales, cinematográficos y artísticos, y esto se ve reflejado en el carácter fuertemente subjetivo de su obra. En este sentido, existe una relación importante entre la carga afectiva de las imágenes y el comportamiento de los objetos y la naturaleza. Los rostros casi inexpresivos de los sujetos no dan grandes pistas sobre un determinado estado anímico; pero la templanza de estas figuras es ilusoria, y en realidad sólo desplaza la visibilidad de las pasiones hacia afuera. Estas quedan alojadas en el espacio, en mensajes ocultos, paisajes tempestuosos, flores secas o copas vacías, de cierta manera ensayando una serie de bodegones contemporáneos que componen la densidad simbólica del imaginario de la artista.
Ayer y Hoy sugiere una temporalidad doble. Por un lado, evoca esa suerte de tiempo encapsulado, introspectivo, espiritual, propio del recuerdo y la nostalgia; un paisaje, una luz suave, un romance, una imagen idealizada. Pero también el tiempo de lo mundano; de lo rutinario, lo reiterativo, un tiempo de aburrimiento y letargo; también de hedonismo y placeres efímeros, encarnados en una serie de objetos que aparecen una y otra vez – como los cigarros, que recuerdan a los de Philip Guston. La obra de Mara Faúndez estrecha el pasado y el presente, así como lo espiritual y lo mundano; configura un diario de vida pictórico narrado desde una voz femenina, y que requiere del espectador una mirada que se detenga en lo aparentemente insignificante.
Hay una actitud satírica en la insistencia por representar lugares oníricos y espacios de calma, adornados y cubiertos de colores suaves que fabrican apariencias inocentes e imágenes de una nostalgia romantizada. En realidad, estas imágenes siempre tienen un grado de pesimismo o conflicto. En ocasiones, el marco de la ventana ofrece un lugar de tregua, como un intento de proteger de la tormenta un pequeño espacio doméstico, el atesorado cuarto propio; en otras, lo verdaderamente inquietante ocurre al interior. Pero Mara Faúndez también nos concede, por momentos, la inmensidad de un universo vertiginoso contenida, serenamente, en un tierno horizonte redondeado.
Vicenta Larraín Vogel, artista y curadora.
Septiembre 2023.