DESDE EL 31 DE JULIO EN SANTIAGO.
Llevar un diario de vida – que desde la creación de imágenes puede presagiar el torbellino emocional – ha sido, de alguna forma, liberador y revelador, pues sólo se tiene noción de los sentires cuando se ha superado el aturdimiento y la confusión inicial. He estado explorando esta forma de narrar, de entenderme, de exponerme, desde hace un tiempo, y se ha convertido en un desafío el construir un lenguaje pictórico para mostrarme a través de anécdotas y formas que representan planos emocionales fantasiosos.
Los que aman nunca pierden lo entiendo como una arista de lo que fue Ayer y Hoy (2023) – mi primera exposición individual – y Proyecto Placebo (2023), mi examen de grado. Estos proyectos hablan de lo mismo, pero son cosas distintas en el proceso de construir un microuniverso. En tan corta trayectoria, es natural que aún no sea suficiente el seguir estudiando las mismas problemáticas o los inevitables y repetitivos patrones; y es que la vida misma a veces pareciera ser un loop de lo mismo, pero con otros escenarios y personajes. Esta exposición se manifiesta como una continuidad, una segunda edición de lo anterior, con insistencia y repetición sobre este gran asunto. Y es que sólo soy una chica amorosa empedernida.
En este conjunto de ocho pinturas no existe la bipolaridad del todo o nada; es ambivalencia, ambigüedad y contradicción. No se trata de la lección que aprendemos después de superar el desamor, sino de lo que implica el acto de amar. Pues, por lo que he entendido, amar es exponerse, estar afuera de la pecera, chocar en bicicleta y levantarse… Es caminar por un campo donde habita no sólo un volcán activo, sino cuatro.
Una enfermedad y una maravilla a la vez.
Mara Faúndez, artista.
Julio 2024.
