INAUGURACION 14 December En Santiago
Disecciones
¿Qué hay en la crisis que se abre entre el hombre, la naturaleza y la ciudad? ¿Quién ocupa la profunda fractura que se abre entre la mano (hace) y el objeto (hecho), el pie (pisa) y el suelo (resiste), entre la piel, los huesos y las vísceras? Hay quienes dirían que no es necesario mirar los destellos de las fracturas y de las crisis (que, en cierto modo, son autocreadas), sino que el fondo de la investigación radica en afectar, en tocar el punto donde ya se ha afectado, y volver a afectar, hasta donde alcanza el bisturí.
En el privilegio de ese vacío aparente puede nacer una hipótesis de llenado. Así, el artista se dirige a una generación de anatomistas, filósofos, alquimistas, disectores ilegales y excavadores de cadáveres, y a los herejes que vivieron en la Europa de la Contrarreforma. Los habitantes de la ciudad del sol de Tommaso Campanella, y descendientes más o menos bastardos de Hipócrates y Leucipo, observaban el cuerpo como un microcosmos de todo lo que existe física y metafísicamente, y como un modelo de todo lo que puede construirse.
El cuerpo, que durante la mayor parte de la historia ha sido la medida de la ciudad y del mundo artificial, está en contradicción con la arquitectura monumental. La arquitectura monumental se desarrolla verticalmente, elevando al hombre hacia lo divino o dividiendo el poder en sus palacios celestes, lejos del pueblo que pisa la tierra. Esto no escapó de los proyectos anatómico-urbanos hechos en punta de plomo por Leonardo y persiste incluso en el mundo contemporáneo. Vicente retoma esta antigua técnica en su pintura, típicamente arquitectónica, conectándola inevitablemente con el cuerpo. A partir de estos supuestos, en su obra, el artista busca no sólo relacionar el cuerpo con la arquitectura y la ciudad, sino también investigar, a través del análisis de la estratificación del cuerpo, qué hay entre capa y capa, en el espacio que divide piel de piel, la piel del músculo, el músculo del hueso, el hueso del espíritu.
Utilizando el cuerpo como microcosmos, vaciándolo y recomponiéndolo, diseccionando como un anatomista, Vicente Prieto recompone también todo lo que el hombre ha construido a su imagen: la ciudad, la sociedad, su propia crisis de identidad y relación con la naturaleza. Es un proceso dialéctico que se juega entre la arcilla y el plomo, entre una técnica antigua como el barro cocido y la producción industrial del metal, entre una sensibilidad hacia lo precolonial y una internalización del mundo europeo. De alguna forma, es un proceso que nos remonta no sólo al Leonardo de los cuadernos, a Miguel Servet y su teoría del alma pulmonar (que seguramente sufrió la asfixia del fuego), al sorprendentemente escultórico Andrea Vesalio de “tócate a ti mismo con tus manos y confía en ellas”, hasta el muchas veces olvidado Ulisse Aldrovandi del teatro del mundo. Cada uno de ellos buscó, como busca el artista, en un punto entre el hígado y el fémur, un espacio vacío del que hablar.
Agnese Mussari
Noviembre 2024