El Convulsionado Presente | Johans Peñaloza: Texto Curatorial | Carolina Hermosilla

16 Marzo - 13 Abril 2022

Hay una inestabilidad que percibo al ver cómo en la sociedad hay espacio y dominio de objetos desechables, de escombros y quebraduras, de objetos usados para ejercer fuerza o poder, y de fuerza ejercida cuerpo a cuerpo.

Johans Peñaloza

El Convulsionado Presente

 

trans|mutar  

mover cambiar 

«el cambio, o transferencia, de un elemento, o forma de energía, en otro»

 

A fines de 2019 comenzó́ a gestarse una reorganización de las colectividades como levantamiento en contra de la explotación desmesurada de los recursos naturales y los abusos ejercidos por los gobiernos en Chile y Latinoamérica. Tras la violencia represiva hacia la ciudadanía en la revuelta del 18 de octubre, la imagen-denuncia se convirtió en una alternativa contra la manipulación de la información por los medios de comunicación masiva, resultando en una inversión de roles que plantea una vigilancia al policía vigilante y opresor (Fontcuberta, 2016) como resistencia a los regímenes de la verdad. 

 

Hoy, ante una inminente crisis global, pareciera ser que la asidua idealización en la que depositamos toda confianza en las imágenes como testimonio de verdad y promesa de eternidad – condiciones otorgadas caprichosamente antaño – colapsan, y que lo único eterno y veraz no han de ser si no más que las constantes oscilaciones que sostiene lo que solemos llamar “realidad”, una realidad individual sujeta a las variaciones del propio percibir e inconsciente. No hay certeza de lo real, sin embargo, hemos tenido el consuelo de contar con la resistencia del presente – al menos hasta ahora. No hay escapatoria de la inefable inestabilidad de las imágenes que, como las falenas de Warburg (Didi-Huberman, 2006), se presentan ante nosotros de manera tal que su propio ser, el de estar en “movimiento”, las mantiene en lo incognoscible. 

 

El Convulsionado Presente se erige con completa lucidez ante dicha condición. Considerar a las imágenes como algo voluble, y por ello a los modos de representación como transmutadores, permite acercarnos un poco más a la “esencia original” en ellas; en este caso, la experiencia del artista y de su posición ante los acontecimientos, no como una mera cuestión de representación, sino que de su operatividad como transferencia de energía, la transmutación del acontecimiento, el objeto y su materia. 

 

No sólo es el objeto el que muta, sino que también la idea que remite, el símbolo. Las pinturas de Johans Peñaloza, realizadas a partir de fotografías tomadas por el artista y otras encontradas en la web, testifican dicha transmutación heredada de la violencia, tanto como herramienta de control y su contraparte, arma de subversión. En el legítimo acto de protesta, el mobiliario de la ciudad y los escombros son expropiados para ensamblar una barricada, el asfalto herido es sustraído como munición de defensa. La pintura, como medio escogido, transmuta la energía del acontecimiento del cual Johans ha sido testigo, del que retrata su huella incendiaria y humeante, evidenciando ese lapsus, ese momento transitorio y liminal de inestabilidad que ha de ser crucial, puesto que es el instante en que lo “uno” se torna en “otro”, y surge el símbolo. Ajeno mas no indiferente, entre la distancia del pixel, la hiperproducción de imágenes y su bombardeo por los medios, el artista escoge aquellas fotografías que exhiben la severidad de la maquinaria tecnológica. El grueso volumen del tanque de guerra se enmarca al punto en que la opacidad de la mancha miniaturiza su percepción. 

 

La materialidad de los objetos es expropiada por el símbolo. La belleza de la ornamentación barroca del arma del narco nos distrae de su ferocidad y demuestra la manera solapada en que el poder opera justificado por la religiosidad. ¿Que no han de ser las armas de los narcos, decoradas con vírgenes y santos, homólogas a las espadas benditas de las cruzadas? La religión siempre ha estado hermanada de la violencia, porque sobre la violencia se cimienta el poder. 

 

Icónica resulta la imagen de Papá Noel siendo arrastrado por la policía, o la de un ruinoso cementerio de computadores, vestigios de un futuro pasado. Todo se conecta en un hilo vertiginoso que no es sino huella, una imagen de la humanidad hoy: tecnología - violencia - caos - poder. Estas imágenes se presentan ante nosotros de forma similar a una textura de patrones repetitivos en una pintura, y demuestran la vorágine implacable del capitalismo desde antes, incluso, que fuese acuñado como concepto (Donna Haraway en Meiresonne & Terranova, 2016). Pese a todas sus dádivas, la tecnología es usada como instrumento del poder: para sostenerlo, hay que ejercer vigilancia incesante y control. Es preciso para el sistema actualizar, entonces, uno a uno los métodos de aplicar la violencia, ya sea física o bien inmaterial como lo digital, pero no por ello menos concreta.

 

Diezmado su contexto, las obras que componen la exposición de este gran cuerpo, con toda la fiereza y crudeza de su ejecución, habrían de ser una reflexión sobre cómo iniciar estrategias para la emancipación de su adormecimiento y control, evasivas a cualquier norma y administración de objetividad. Cada una de ellas, un espabilamiento ante la luminosidad enceguecedora de las pantallas, de aquellas imágenes serviles al mercado propias de este “convulsionado presente”. 

 

Carolina Hermosilla, artista.

Marzo 2022.

 

 

Didi-Huberman, G. (2006). La Imagen Arde. Editions Cécile Defaut: Nantes.

Fontcuberta, J. (2016). La Furia de las Imágenes. Notas sobre la Postfotografía. Galaxia Gutenberg: Barcelona.

Meiresonne, E. (Productor), & Terranova, F. (Director). (2016). Donna Haraway: Story Telling for Earthly Survival [Documental]. Bélgica: Studio Graphoui.