"La visión que tiene Víctor de Estados Unidos, y en concreto del mito de Hollywood, es fundamental en sus últimas pinturas, en las que se intercalan referencias cinematográficas y de la cultura pop que oscilan entre la lectura rápida y la deliberadamente ambigua. Depende del espectador inventar la historia implícita. Las implicaciones son gratificantes, obsesivas y críticas. Como buscar huevos de Pascua en el infierno".
Val Kilmer
Víctor Castillo está en busca de venganza. Su más reciente obra toma a Hollywood como blanco, revisando y deformando escenas emblemáticas de películas clásicas a través de la óptica de un estilo igualmente emblemático: el de los dibujos animados, desde las Silly Symphonies de Disney hasta las Merrie Melodies y Looney Tunes de Warner Bros. Al igual que su conciudadano Paul McCarthy, Castillo se basa en imágenes de entretenimiento ampliamente conocidas para socavar las fantasías de felicidad y abundancia que proyectan. Pero, a diferencia de la estética más visceral de McCarthy, Castillo vuelve las propias herramientas seductoras de la industria en su contra, empleando colores alegres, formas brillantes y redondeadas, y esos rostros siempre sonrientes. Para el artista chileno, es una forma de reivindicar y desquitarse de la cultura pop norteamericana que le impregnó en su infancia. Por extensión, es una crítica al imperialismo americano y a las mentiras que lo sustentan.
El patrón de Castillo es una cara lisa y caricaturesca con ojos vacíos y huecos, y una jugosa nariz de salchicha roja. Los ojos negros, sin alma, hacen que sus figuras parezcan haber sido arrancadas por dentro, dejando sólo una cáscara hueca como la de un zombi. La nariz es una referencia a la protuberancia reveladora de Pinocho, que crecía cada vez que decía una mentira, pero también es un símbolo fálico, a la vez bufonesco y salaz.
El artista desarrolló esta práctica mientras vivía en Barcelona, donde observó cómo los grafiteros utilizaban una "etiqueta" consistente para anunciar su presencia. También fue en España donde conoció las obras originales de Francisco Goya, el gigante de los siglos XVIII y XIX cuya carrera inicial como pintor de la corte dio paso a una imagen política y antibélica mordaz. Siguiendo a Goya, Castillo desarrolló su propia mezcla de estilo de cultura pop y comentario cultural mordaz.
En The Birds (2020), titulada como la película de Alfred Hitchcock del mismo nombre, el artista toma una escena de terror -una multitud de niños que huyen de una bandada de pájaros amenazantes- y la transforma en un regocijo espantoso. Acompañados por un cruce entre el Pato Lucas y Mickey Mouse (otro tipo de amenaza), los niños de ojos muertos y nariz de salchicha sonríen maníacamente mientras corren. La imagen comenta cómo el miedo se convierte en un entretenimiento aceptable, pero también cómo el acto de desesperación de los niños puede ser también una forma de liberación.
Del mismo modo, Snow White (2021) invierte una escena de Blancanieves y los siete enanitos (1937) de Disney, en la que la princesa titular se despide de los dulces y laboriosos enanitos mientras se dirigen a las minas. Castillo ha convertido a los enanos en pícaros diablos rojos que llegan, no se van, con bebidas y guitarra en mano, listos para la fiesta. La paleta de colores, que roza el neón, es como una dulzura en forma de crack, y refleja perfectamente el modo en que la cultura pop estadounidense endulza los esfuerzos del gobierno por desestabilizar a las comunidades, tanto en el extranjero como en casa.
Las subversiones de Castillo se hacen más evidentes en una serie de obras pintadas en tarjetas de promoción. Estos pequeños anuncios de películas (normalmente de 28 x 35 cm) se exhibían en los vestíbulos de los cines a partir de la década de 1910. Solían publicarse en conjuntos y, a diferencia de la mayoría de los carteles de cine, incluían imágenes reales de la película. Su uso alcanzó su punto álgido a mediados de siglo, época de la que proceden los ejemplos de Castillo. La película Son of Flubber es de 1963, pero el artista ha transformado la tarjeta de promoción en un comentario sobre el presente. Al embellecer la imagen de un coche de policía que se estrella en un lago con llamas exageradas y un mar de fuego infernal, evoca las críticas actuales a la brutalidad policial y al estado carcelario.
En Everything But the Truth (2020), Castillo convierte un apretón de manos entre un hombre y un niño pequeño en un pacto literal con el diablo, mientras dos necrófagos observan. La cara del hombre ha sido pintada con una cabeza de diablo roja y con cuernos, y el niño lleva un sombrero de mago con forma de estrella y luna, parecido al que lleva el ingenuo aprendiz de brujo, Mickey Mouse, en Fantasía (1940). Aunque esta imagen se hace eco del argumento de la propia película de 1956 -un niño se mete en problemas por decir la verdad-, también se lee como una exposición del astuto adoctrinamiento de los niños por parte de Hollywood.
Las raíces de estos esfuerzos pueden verse en algunas pinturas anteriores, una amplia selección de dibujos preparatorios y dos videos documentales. Aquí vemos cómo el enfoque de Castillo en Hollywood perfecciona su crítica a la cultura pop estadounidense y su fascinación por la inocencia infantil. Estas obras representan en gran medida a niños y niñas que se comportan mal, combinadas con obras que ridiculizan los dibujos animados que se les incita a consumir.
Castillo interviene en un lenguaje visual que la mayoría de nosotros conocemos y entendemos demasiado bien, lo que hace que su obra sea traicioneramente cautivadora. En un sistema cerrado de dominación y saturación mediática internacional, ¿qué otra cosa se puede hacer? Utiliza el vocabulario que se nos ha dado y se atreve a crear una narrativa diferente, una que pone un espejo perverso en nuestros sueños de la infancia para revelar el engaño y el vacío en su núcleo.
Sharon Mizota, crítica de arte.
Abril de 2021