Nuestro mundo vive en un constante estado de estiramiento, flujo, derrape. Se produce un efecto de glitch que es tan inabarcable que nadie lo puede ver, y cuyos colores se ven modificados por el resto de colores en circulación o extinción.
Juan José Santos
No se lleven a engaño; Un Color Tiene Muchos Rostros es el traslado de una teoría a la práctica. En ese movimiento de traslación, de traducción, o, si quieren, de arrastre, hay pérdida de información y ganancia de intuición.
El título de esta muestra proviene del capítulo cuarto del libro de Josef Albers La interacción del color (1963), publicación canónica acerca de las posibilidades del color. Cómo un naranja, o un azul, puede ser otro naranja, o un azul distinto, dependiendo de su contexto cromático. Dependiendo de sus relaciones.
Los colores tienen múltiples rostros. Miremos ahora los cuadros de Carolina Muñoz, y regresemos a la idea de que lo que nos plantea la artista es la ilustración de una tesis cromática, y que, en este ejercicio de ilustración, el concepto se ve transformado. ¿Qué información permanece adherida a las obras? Unos personajes, los mensajeros, de naturaleza en permanente estado de “deformación”, aparecen sobre plintos (como el rotulado por un “No sé”), expuestos con líneas de color, trasladando piezas geométricas con símbolos parecidos a los de envíos a distancia. Sus propios rostros también son producto de otra especie de envío a distancia, esta vez desde la circulación intangible de imágenes, encontrados en sueños y tomados desde internet, deformados a través del pincel.
El clima es frío y trabajan en el exterior. La nieve los rodea, y el blanco cubre el escenario de sus acciones, tanto sobre la tela o el papel como en la representación de los paisajes del Chile austral que alberga la versión virtual de su exposición. Otras entidades, los “cromas”, son los colores puros en su esencia; están siendo extraídos por los exploradores o recolectores del color, quienes, con esa materia extraída, realizan esculturas. Todo ello tiene lugar en un mundo paralelo, pero con ideas que remiten a nuestra realidad.
Es una cadena de producción, una labor de creación, empaquetamiento y circulación compleja y extenuante. ¿Como la de una artista que trabaja con colores? ¿Que realiza obras de arte, que acaban encajonadas y enviadas en una travesía a cualquier punto del planeta? ¿Que encarga materiales de Japón para que lleguen a su estudio en Santiago de Chile intactos? Podemos hablar de lo biográfico. O de lo colectivo, analizando una nueva forma de capitalismo de arrastre; cada segundo, miles de personas se afanan, a veces en condiciones precarias, en producir, empaquetar, etiquetar y transportar miles de cajas. Podemos hablar de relaciones de dependencia, de la dependencia de estas relaciones.
No nos damos cuenta, pero todo este movimiento de producción y consumo, material y digital, deforma la cara del planeta. Nuestro mundo vive en un constante estado de estiramiento, flujo, derrape. Se produce un efecto de glitch que es tan inabarcable que nadie lo puede ver, y cuyos colores se ven modificados por el resto de colores en circulación o extinción. Un abismal glitch.
Los dulces sueños están hechos de esto, viajando por el mundo, por los siete mares.
Todos estamos buscando algo. Algunos de ellos quieren usarte, otros, ser usados por ti. ¿Quién soy yo para discrepar?
Carolina Muñoz comenzó estas series de adelante hacia atrás. Quizás debamos, como ella, empezar por el final. Un color tiene muchos rostros tendrá continuaciones, esta despedida es sólo el principio.
Los mensajeros, los exploradores, los cromas, tienen una historia previa que desconocemos. Esa información que se tensiona y que se deshace. Estoy seguro de que lo importante es lo que se sugiere, o, como decía al principio, lo que se intuye, que es mucho. Hay una gélida sensación de fugacidad, de que el tiempo se les está extinguiendo a los protagonistas de estas obras. De que su misión es urgente y fundamental.
O quizás todo sea únicamente entretenimiento.
Finjamos que lo que tenemos entre manos, mientras el tiempo nos da forma y nos deforma, es urgente y fundamental.
A Muñoz le urge tener el control de la forma, y su pincelada se deforma cuando lo que tiene que abordar es una mancha abstracta, o el color en su presencia pura (¿existe algo así?). Le ocurre como a los personajes que crea, o eso al menos presupongo. O como decía Albers, “sólo las apariencias no engañan”.
Juan José Santos, crítico y curador.
Septiembre 2021.